26.7.05

¡Qué verde era mi libro!

Sobran escritores y sobran libros.

Ya dije hace semanas que soy un escritor frustrado; frustrado de antemano, aun encima, sin haber intentado nunca nada. Y cuando alguien con confianza y mejor intención saca el tema, yo, si paso por alto mi certeza sobre mi falta de talento, explico que no tengo nada que decir (lo cual creo con todavía más seguridad). Entonces es habitual que quien está tratando de animarme (qué patético suena todo esto) me pregunte que por qué no lo intento con los relatos.
Dependiendo de lo que sepa de literatura la persona con quien hablo, me defiende esa posibilidad con unos argumentos u otros. Argumentos que en general giran sobre la idea de aportar una mirada personal sobre ciertos temas, contar algo de un modo original, nuevo, "expresarme", etc.; y sobre la convicción, más o menos confesada, de que en un relato tampoco importa mucho si cuentas algo o no.

Pero el hecho es que a mí me parece que hay tanta literatura prescindible, absolutamente prescindible, que añadir un par de textos mediocres más (si es que llegase a eso) sería una estupidez.

¿Será honesta y coherente mi postura, o seré la zorra, y escribir las uvas?

Pienso en si fuera capaz de escribir media docena de relatos aceptables (uno sobre un camarero satisfecho, otro sobre un perro, dos sobre parejas (una feliz y otra infeliz), otro sobre un escritor frustrado de antemano, y el último sobre la compra de un flexo) y, si soy capaz de dejar a un lado la vanidad, digo: ¡y qué!, ¡para qué!.

Con lo que ya existe publicado, cualquiera podría pasarse toda la vida leyendo buena literatura y aun le sobrarían cientos de libros.

Y si se escribe ante todo para uno mismo, como comunmente se acepta, puede que sea más valiente quedarse callado y apechugar con lo que nos toca, sin darle el coñazo a nadie, ¿no?.

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Y no puedo evitar editar, después de mi comentario número 9, para añadir, tras leerlo de nuevo en un artículo de prensa de hace un mes (¡el cual juro no recordaba al escribir lo anterior!), el que dice el periodista es el lema de Rafael Sánchez Ferlosio: "Mejor un maestrillo de menos que un librillo de más".

¿Ven cuánto tenemos en común Ferlosio y yo...?

8 comentarios:

  1. Tengo un amigo, bastante mayor que yo, que escribe, y que creo que escribe bien; y, además, todas las opiniones que le he oído me han parecido un ejemplo de cordura, inteligencia y sinceridad. No ha publicado nada, a pesar de que desde hace poco lo está intentando.
    Le pregunté una vez si disfrutaba escribiendo, a pesar de todo (pensando yo en que el que no le hubiesen publicado le disgustaría), y su respuesta me dejó cortado y me mostró claramente lo superficial de mi enfoque, y lo sincera que era su actitud: me dijo que no le satisfacía en absoluto, que más bien al contrario, que le producía desasosiego y lo pasaba mal; pero que él escribía por necesidad, porque sentía una imperiosa necesidad; y que si pensaba escribir para disfrutar lo fuese olvidando.
    Ese motivo me parece intachable, y alejado años luz de otros que se me ocurren y que llegan a tener mucho que ver con la vanidad y el afán de reconocimiento.

    Si nadie escribiese, no habría gran literatura y obras maestras. Pero no puedo evitar pensar que sobran muchos escritores; y que ellos lo saben y les da igual. Todo el mundo tiene que vivir de algo, claro, pero parece que no es eso lo que uno tiene en la cabeza cuando sueña, ¿no?
    Yo qué sé.

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  2. (No había leído más que tu primer comentario)
    Yo no sé si aceptar, la verdad, porque me veo menos capaz de hacerlo que de fabricar un flexo (soy una de las personas menos manitas que conozco). Ante estos comentarios, alguno siempre quiere consolar diciendo que uno se subestima, pero ese uno -que soy yo- sabe que no, y además sabe que no hay ninguna razón para que, por el simple hecho de querer, tenga que poder.

    Si al final soy capaz, aquí estará.

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  3. En el libro sobre el boom de José Donoso, cuenta una anécdota de García Márquez, de cuando todos vivían en España y él estaba sumido en un parón larguísimo del cual salió, nada más y nada menos, su obra maestra. Decía que llamaba por teléfono G.M. a la mujer de Donoso y, comentándole lo mal que estaba, le explicaba: "Pongo que hace calor, y no hace".

    No conozco un ejemplo mejor de lo que es escribir bien; y quiero decir escribir BIEN (no escribir, ni ser escritor, ni publicar, ni mucho menos vender, ni nada de eso).

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  4. Y no conozco un mejor ejemplo de honradez intelectual y capacidad de autocrítica, y de sinceridad consigo mismo, que el de Ferlosio, que, además de criticar su obra más famosa y quitarle mérito, asegura haber escrito entre 200 y 300 veces más de lo que ha publicado. Y eso, teniendo en cuenta que muy probablemente le publicarían, ahora, todo lo que él quisiera.

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  5. A pesar de que no me gusta dejar comentarios públicos (ya sabes que prefiero el bis a bis), creo que el tema se lo merece. ¿A qué tienes tanto miedo? Suelta lastres y lánzate. ¿Qué es lo peor que te puede pasar?, ¿qué no te salga nada?, ¿qué te frustres?, ¿qué no nos guste a los que te escuchamos atentamente? ... ¿Realmente importa?, ¿realmente empeoraría la situación?. En este caso no arriesgas gran cosa y podrías ganar mucho (y no me refiero sólo al reconocimiento).

    Espero impaciente tu relato sobre la compra de un flexo.

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  6. El reto que lanza mobilette me recuerda que teníamos (ella y yo) un plan maléfico casi ultimado y lo hemos dejado dormir.

    Una palabra tuya, donna, y palante.

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  7. Muy bien, me parece muy bien. Y bienvenidos sean los textos vuestros.

    María, María... ¡¿pero eres tú de verdad?! ¡No te imaginas cuánto me alegro de que hayas aparecido aquí! Mil gracias por tu comentario, que te aseguro que me da alas.

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  8. Es muy común el miedo a no estar a la altura. A mí me sucede a menudo, me gustaría dedicarme de lleno a escribir, pero tienes que estar muy seguro, demasiado seguro.

    Es lo bueno que tiene gran parte de la literatura moderna: le sube a uno el ego.

    Saludos.

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